En plena resaca de después de Semana Santa, después de haber comido todas las torrijas posibles en un corto periodo de tiempo, quizá podemos hablar de ciertos elementos muy comunes en esta semana y no hablo de las rosquillas o de los huesos de santo. Hablo por ejemplo, de la mantilla.
Las vestimentas populares, o regionales, españolas son algo que ahora mismo aunque en auge por intentar mantener una tradición, están también en desuso. Ciertas cosas de nuestra tradición de la vestimenta, que está altamente relacionada muchas veces con ocasiones religiosas, se están perdiendo. Se han quedado en cosas antiguas, o así como de “abuela” como tradiciones que siguen estando ahí, pero que no sabemos exactamente de donde vienen.
La mantilla, así explicado para estar por casa, es un pañuelo normalmente de encaje que se usa para todo tipo de celebraciones y ritos religiosos, como por ejemplo una boda, y obviamente, usado en Semana Santa para ir a las procesiones, porque encarna principalmente el luto por la muerte de Jesús.
El origen de la mantilla en sí, no está nada claro. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que era una prenda usada por el pueblo llano y que a diferencia del uso que se le da ahora, era una prenda de uso diario. Probablemente en tejidos más gruesos, para proteger del frio además de para tapar el cabello de la mujer que la llevase.
La mantilla que hoy conocemos, amplia y grande usada sobre una peineta y de un tejido de tipo encaje o tul; ya se establece tan y como es en el s. XVII aunque sigue siendo algo más utilizado en el campo, que en las ciudades.
Un hecho muy curioso sobre la mantilla, es la llamada “Conspiración de la mantilla” ocurrida durante el reinado de Amadeo I. La mujer Española utiliza la mantilla como protesta y reivindicación ante la manera de vestir afrancesada y sus costumbres, que el rey y su esposa la Reina María Victoria intentar imponer.

Isabel II llevando una mantilla, podría ser consideraba ahora mismo como una “trendsetter” de esta prenda.
La completa popularización de la mantilla se la debemos a la Reina Isabel II. Era bastante conocido su gusto por cualquier adorno del cabello, y su gusto por la mantilla hace que tanto ella como las damas de su corte empiecen a usarla en varios eventos sociales, lo que ha provocado que llegue a nuestros días como algo usado sólo en ocasiones especiales. Después de su muerte en 1868 provocó que la mantilla cayese en desuso, siendo pronto sustituida por la toquilla, ese pañuelo en forma triangular que era usado por las mujeres para ir a misa, y que hoy en día esté prácticamente extinguido también.
Finalmente, a principios del siglo XX se provoca el total declive del uso de la mantilla como una prenda de uso “continuo” y acaba dejándose de lado para determinados eventos de carácter social y sobretodo, de carácter religioso.
Hoy en día, la mantilla es un símbolo de vestimenta unido al catolicismo. Las mantillas las vemos normalmente en Semana Santa, o en bodas, o en alguna corrida de toros si la mujer que la lleva está arraigada con las tradiciones. La mayoría de las mantillas que se ven son negras, pues la tradición de que la mantilla negra está reservada para la mujer casada y que la mujer soltera solo puede llevar la mantilla marfil o blanca, también se ha olvidado.
Igual que está el color que tiene que tener una mantilla, está los materiales de la misma. Las mantillas principalmente se encuentran hechas en tres tejidos: Blonda, chantilly y tul.
La blonda es un encaje de seda, que normalmente está bordado con motivos florales y que es por así decirlo el tejido más típico y más conocido que se usa en una mantilla. La principal característica de la blonda son los contornos redondeados en el final de la tela, que se suelen llamar también “Puntas de castañuelas” porque se parecen un poco a estas.
El chantilly también es un tejido de seda, mucho más ligero y delicado que la blonda, y también bordado con diferentes motivos. La principal característica de este tipo de mantilla es el origen del tejido, una ciudad de Francia llamada Chantilly.
El tul es así decirlo, un poco la versión de baratillo. Es esa tela vaporosa y semi transparente que es más común de ser usada en los velos de las novias. Puede ser de hilo, o de seda, o incluso de algodón.
Hay un gran protocolo alrededor de cómo vestir una mantilla y que está muy relacionado con la religión. Lo principal que necesitamos para vestir una mantilla es una peineta. Dentro de las peinetas, la más común es la de Carey y su altura depende de la altura de la mujer que vaya a llevarla, su constitución e incluso la forma de su cara. Si una mujer es baja y tiene la cara un poco redondeada, cuanto más alta su peineta, mejor. En cambio sí es una mujer alta, o de facciones más duras, lo mejor es optar por una peineta más discreta.
El largo y la forma de llevar la mantilla es algo que depende de la persona que lo lleve y de la vestimenta que lleve. Solo hay varios puntos en común y es que en la parte delantera la mantilla nunca debe de tapar las manos, cosa que está obviamente relacionada con la religión, la misa y el hecho de rezar, y por detrás debe ser más larga que el vestido que se lleve. Hay que evitar que la mantilla “vuele” vamos, que te la pongas y haga efecto capa, y por eso lo más cómodo y tradicional es sujetarla a los hombros de manera discreta con alfileres del tipo que usan las novias para sus velos.
Y os estaréis preguntando… ¿Por qué hablar de la mantilla después de Semana Santa?
La mantilla se viste esta semana el Jueves y el Viernes Santo, como complemento a una vestimenta de luto que está ligada a la tradición cristiana de la muerte de Jesús. El look, por así llamarlo, es normalmente una camisa negra, cerrada y una falda que como mínimo debe llevar a la rodilla. O puede ser un vestido que cumpla las mismas características. Como punto de curiosidad, hay ciertas cosas que nunca se deben llevar con una mantilla, o ya centrándonos en semana santa, con el traje de Jueves (o Viernes) Santo. No podemos llevar nunca escote, por motivos obvios ligados a la religión y al pudor relacionado con la misma. Ni un bolso grande, siempre se debe llevar un bolsito de mano, o de fiesta siempre llevado en una mano, mientras en la otra se sujeta un rosario.
Según la tradición, una mujer que viste mantilla no se puede ver sola por la calle, ni casada ni soltera, y siempre debe de ir acompañada de un grupo de mujeres que también vistan con mantilla, o del brazo de un hombre.
Como ultimo os dejamos este video de una madre sevillana, vestiendo a su hija de mantilla para la celebración del Jueves Santo.
